Duelo según el Vínculo

  • Pérdida de un hermano/amigo:

La pérdida de hermanos o amigos -con lo cual la identificación está a un nivel de igualdad-, puede hacer tambalear la estabilidad en un momento cambiante y enfrentar, de una forma más directa y personal, la realidad de la muerte.

La vivencia ante la pérdida de un hermano depende de la edad y del momento de desarrollo de los hermanos que sobreviven a éste.

En muchos casos, los adultos en duelo por la muerte de un hijo suelen encontrarse en situaciones muy difíciles como para poder ayudar a los otros hijos vivos, al estar muy inmersos en su propio duelo; y sus hijos pequeños o jóvenes podrán verlos muy conmocionados por tal situación.

Los niños pasan momentos difíciles intentando aclarar qué deben decir a los amigos y cómo afrontar el malestar de otra gente respecto a la muerte. Como resultado de este malestar, tienen miedo de jugar o de estar contentos porque no quieren que los demás piensen que no les importaba su hermano. Sin una comunicación abierta y honesta, los niños buscan sus propias respuestas a preguntas que están por encima de su capacidad de comprensión Es particularmente importante que los padres puedan establecer un vínculo emocional entre ellos y los hijos que quedan.

  • La pérdida de un hijo:

La muerte de un niño suele ser especialmente dolorosa. Es una pérdida muy difícil que afecta al equilibrio familiar y suele ser la más complicada de elaborar. Tras la muerte de un hijo, la relación conyugal se torna particularmente vulnerable. Si el fallecido es un niño, se dificulta aún más la aceptación. Para los padres supone un vacío y la privación de los sueños y expectativas sobre el niño, los sueños proyectados se cortan, muere parte de nosotros. Suele ser diferente la elaboración del duelo para padres que han podido acompañar al niño que para padres que no han podido o no han sabido acompañarlo. En estos últimos son muy frecuentes los intensos sentimientos de culpa e impotencia por no haberlo atendido suficientemente. Atender al niño en tiempo y calidad durante el espacio de enfermedad (si es que la hubo) ayuda a una elaboración posterior más sana.

Ambos padres han sufrido una pérdida, pero la experiencia de duelo puede ser diferente para cada uno debido a que tenían una relación distinta con su hijo y a sus diferentes estilos de afrontamiento. Estas diferencias pueden producir tirantez en la relación marital y esto a su vez puede producir tensiones y alianzas entre los miembros de la familia. La gravedad de la pérdida hace que se inicie una búsqueda de cercanía e intimidad, pero a algunos padres les sorprende sentir culpa cuando se descubren a sí mismos intentando cubrir esas necesidades sexualmente. Es importante que reconozcan y entiendan estas necesidades y sentimientos como parte del proceso vital normal. Las mismas ambivalencias y representaciones múltiples que formaban parte de las relaciones que tenían en vida con el hijo forman parte de la búsqueda de equilibrio cuando el hijo muere.

Una de las posiciones más difícil en que los padres ponen a los hijos vivos, es en la de sustitutos del hijo perdido. En algunos casos puede dar lugar incluso a que el próximo hijo tenga el mismo nombre o parecido al del hijo muerto. La capacidad de los padres para ayudar a los hermanos a comunicarse en la unidad familiar y darles la oportunidad de expresar directamente los sentimientos, lleva a la negociación sana de las tareas del duelo. No es extraño que, después de la pérdida, haya un tiempo en que se pase un poco por alto a los otros hijos.

Los hermanos también sufren una pena prolongada que se agudiza en los aniversarios. Además, la rivalidad normal entre hermanos puede contribuir a generar intensos sentimientos de culpa por estar vivo. En aquellos casos en los cuales los padres están entregados a su propia pena, los hijos experimentan una doble pérdida. En muchas ocasiones, los padres sobreprotegen a los hijos que les quedan y después tienen dificultades con las transiciones normativas de la adolescencia y emancipación. Es frecuente que la pareja conciba otro hijo para reemplazar al fallecido, este reemplazo puede ser funcional para los padres, pero disfuncional para el hijo si lo tratan como un sustituto.

  • Pérdida de hijo adolescente:

Cuando la muerte es de un joven, la familia se sume en una pena persistente y perturbadora. Una sensación de cruel injusticia puede hacer que los padres y hermanos, invadidos por sentimientos de pérdida y dolor, dejen de luchar por alcanzar sus propias metas, observándose con frecuencia síntomas depresivos en uno o más miembros de la familia. En caso de que el joven fallecido hubiera dejado el hogar a causa de relaciones familiares conflictivas, el duelo se complica con lo irresuelto del vínculo.

  • Pérdida gestacional y perinatal: (muerte por aborto natural o muerte perinatal)

Cuando una pareja desea concretar sus deseos de tener un hijo, ambos se imaginan cómo será el bebé, dónde dormirá y hasta cómo se llamará. Empiezan a gestar a nivel mental y emocional a su futuro hijo implicando expectativas, ilusiones y proyectos de futuro. Sin embargo, estos sueños pueden derrumbarse tan sólo en unos segundos cuando se pierde este embarazo.

El duelo gestacional y perinatal se refiere a la pérdida de un bebé durante el período de gestación o bien durante el parto. Este tipo de duelo suele no ser reconocido socialmente y es usual escuchar palabras como “ya tendrás otro” o “aún eres joven” por lo que, en muchas ocasiones, los duelos gestacionales y perinatales no son públicamente reconocidos ni socialmente expresados.

  • Aborto natural: Diferencias entre hombres y mujeres.

El duelo por la pérdida de un ser querido es profundamente personal y en él influirán factores sociales, psicológicos, personales, etc. En el caso del duelo por aborto espontáneo o natural esto también será así. Cada miembro de la pareja atravesará este duelo de manera distinta y demostrará sus sentimientos y emociones de formas diversas.

Esto puede traer aparejado conflictos en la pareja ya que, por ejemplo, la mujer puede pensar que su marido no sufre esta muerte porque no llora o no demuestra su tristeza de la misma manera en que lo hace ella. También el hombre puede sentir que la mujer es demasiado “trágica” o “emocional” porque sólo piensa en esta pérdida dejando de lado todo el apoyo que recibe de su pareja. Como cada duelo es personal y singular, los hombres y las mujeres suelen expresar de manera distinta las emociones involucradas en el duelo. A continuación, te contaremos cómo demuestran sus sentimientos cada uno de los miembros de la pareja.

  • El duelo por aborto natural en las mujeres

Las mujeres no sólo suelen mostrar sus sentimientos frente a los demás, sino que también quieren hablar de la muerte del bebé con mayor frecuencia. Es usual que hablen de lo sucedido con gente que no integre el círculo familiar y de amigos, y que muestren su dolor y tristeza con llantos, ira y enojos. En este sentido, las mujeres son más propensas a pedir ayuda a su pareja, familiares o amigos, inclusive los grupos de ayuda o la asistencia psicológica y/o religiosa suelen ser sumamente importantes para ellas.

  • El duelo por aborto natural en los hombres

Los hombres no expresan su dolor frente a otras personas, sino que suelen pasar solos por el duelo. A diferencia de las mujeres, no desean hablar sobre esta muerte, sino que buscan elementos de distracción como más horas en el trabajo o actividades que lo lleven a estar fuera de la casa. Los hombres no suelen mostrar sus sentimientos debido, muchas veces, a su mandato social de ser fuertes para proteger a su familia. Hablar sobre su dolor puede mostrarlos débiles, o bien no saben cómo expresar lo que les sucede. Por otro lado, suele ocurrir con frecuencia que el hombre manifieste su duelo más tarde que la mujer ya que lo hará cuando su pareja se encuentre mejor, tanto física como anímicamente.

  • Pérdida del cónyuge:

La muerte del cónyuge interrumpe un proyecto de vida en común y modifica, necesariamente, de modo mucho más marcado que en otras pérdidas, la continuidad del curso biográfico. La muerte de uno de los cónyuges en la pareja joven suele ser muy traumática.

El tener que enfrentar un accidente y la muerte repentina del cónyuge, desafía las creencias que el deudo tenía sobre la vida y la muerte, así como las ilusiones, expectativas y los proyectos en relación al vínculo matrimonial y al deseo de pasar la vejez junto al ser querido, sin haber tenido en cuenta el límite del tiempo impuesto por la muerte abrupta.

Durante un período largo, los/as viudos/as suelen presentar dificultades para descubrir qué cambios son necesarios en su vida y cuál es su punto de vista sobre sí mismos; pero, a medida que se van moviendo en la nueva realidad, es común plantearse si el modo de resolver los problemas es igual al que usaban sus parejas; y hablar refiriéndose a un “nosotros”. A medida que el tiempo pasa, los/as viudos/as buscan nuevos modos de resolver los problemas, pasando de una “vieja identidad” basada en la identificación con su pareja, al reemplazo por una nueva identidad basada en el “yo”. La sexualidad y las necesidades afectivas del viudo o la viuda son temas que suelen dejarse de lado, algunos pueden sentir sus necesidades sexuales en forma muy intensa al comienzo del duelo, mientras que otros reprimen sus deseos sexuales por lealtad hacia la persona fallecida, y algunos pueden renunciar en forma permanente, decretando su muerte sexual a partir de la pérdida del compañero o la compañera. Puede ser que con el paso del tiempo surjan nuevamente necesidades sexuales, deseos de intimidad y de contacto, necesidad de abrazos y caricias que haga que los deudos salgan a buscar una nueva relación de pareja. Esto varía según la personalidad y la recuperación en el proceso de duelo.

  • Perdida de los progenitores:

La pérdida de un padre es un acontecimiento que sigue los lineamientos del ciclo vital. Sin embargo, es uno de los momentos más tristes de nuestra vida.

Cuando un padre muere, luchamos por seguir adelante. Nos vemos inundados de sentimientos muy intensos: enojo, tristeza, soledad. Podemos sentirnos confundidos, aturdidos, e incluso tal vez llegar a creer que la pérdida no nos ha afectado. El dolor es muy grande y nos defendemos como podemos.

Está muy relacionado con sentimientos de dependencia, ambivalencia, por la existencia o no de una etapa de cuidados de los padres; por las modificaciones posteriores de la relación con los hermanos o familiares y el reparto de la herencia.

Este duelo es el más decisivo en cuanto al lugar de las generaciones y al propio papel en la evolución de la vida. Puede estar adelantado, a veces, por la conciencia previa del declinar o la enfermedad prolongada. A veces coincide con la independencia de los hijos y puede suponer una acentuación de la soledad o un punto de inflexión en la conciencia de una nueva etapa.

En algunos duelos puede haber situaciones conflictivas preexistentes y/o conflictos de difícil resolución frente a temas de herencias, mudanzas, arreglos domésticos en el hogar familiar, sobre qué hacer con la ropa y las pertenencias del progenitor fallecido y con los objetos de quien aún está vivo, o bien, con las pertenencias de ambos. Los factores antedichos podrán facilitar o dificultar la relación entre los hermanos y/o con el progenitor vivo. En ocasiones, el tener que resolver factores prácticos podrá servir como motivo para disputas mayores; en cambio para otros, el tener que resolver factores prácticos y materiales podrá servir de nexo para unir más a los hermanos en la nueva tarea de reorganización familiar. Cuando las familias presentan disfunciones y fracturas previas a la pérdida del ser querido, a posteriori de la muerte de éste podrán romperse los lazos, ya que las situaciones críticas suelen hacer aflorar diversidad de emociones negativas intensas.

  • Perdidas en la tercera edad:

Esta es una etapa caracterizada por la acumulación de pérdidas tanto internas como externas. Los mecanismos adaptativos ante la multiplicidad de las pérdidas, favorecen, con alguna frecuencia, cierta acomodación natural, tras un período de impacto inicial. Una conciencia madura o resignada de la inevitable condición de la vida es un factor positivo para la estabilidad psíquica en esta etapa.

El duelo por viudez, añade ahora características especiales, puede aumentar la soledad, al mismo tiempo que la necesidad de figuras de apoyo o la dependencia de éstas y la sensación de desamparo. Es posible reiniciar una nueva etapa, aunque ello está muy condicionado por las circunstancias externas y el estado de salud.

El duelo en la pareja tras múltiples años de convivencia, y en edad avanzada, puede presentar características propias. Ello puede deberse a que esa pareja muy probablemente presentará una mayor dependencia marital, unos roles más rígidos y experiencias de múltiples pérdidas cercanas. Todos esos factores predisponen, a que el/la sobreviviente experimente una profunda sensación de soledad y la conciencia súbita de la propia finitud. Además, en los ancianos la última etapa de duelo puede prolongarse de forma desproporcionada, con una angustiosa sensación de tristeza sin fin. En la mayor parte de las ocasiones el duelo se sigue de otra experiencia, la soledad. Ancianidad, soledad, enfermedad y muerte son conceptos que muchas veces se solapan y concatenan temporal y causalmente.

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