Para el doliente que acaba de sufrir una pérdida, o que lleva poco tiempo en duelo, resulta difícil pensar en el duelo como un proceso en el que pueda existir un crecimiento, incluso esta idea puede resultarle dolorosa. La intención no es mirar en positivo una circunstancia como la muerte – que carece de lado positivo-, ni relativizar o minimizar el dolor. Tampoco queremos decir que todo aquel que sufre un duelo deba experimentar un proceso de crecimiento personal.
Nuestro objetivo es centrar la mirada en el momento en que el dolor disminuye y la aceptación se va posando, de manera que el doliente puede tener una visión más amplia del duelo, de sí mismo y de la vida; observar su propio proceso con cierta distancia. En ese momento muchas personas deciden iniciar un proceso de crecimiento personal. Reordenar la forma que entendemos la vida y el mundo.
El duelo es una crisis vital importantísima y se caracteriza generalmente por el cuestionamiento de las bases que sustentan la vida interior de la persona. El duelo no sólo consiste en atender la ausencia de quien ha fallecido, también es todo lo que se juega alrededor de la pérdida.
Se trata de revisar esquemas vitales (es decir, la forma en que entendemos la vida y el mundo) a raíz de la muerte de un ser querido, con la intención de reordenar valores, observar la vida, las relaciones y a nosotros mismos. A partir de ahí comienza un tiempo interno encaminado a responder una pregunta que marcará el camino del trabajo personal: ¿Cómo quiero vivir mi vida a partir de ahora?
El crecimiento personal durante el duelo
Para comenzar este proceso es necesario que el dolor haya disminuido y que el doliente pueda repasar lo ocurrido con una mayor serenidad, a menudo conseguida tras haber aceptado y colocado lo sucedido en su línea vital. Desde esa posición se puede observar el duelo desde fuera. Independientemente del trabajo personal que decida o no emprender, hay un conjunto de cambios a nivel profundo que suelen darse en las personas que han elaborado un duelo. En esa instancia, las personas explican que se sienten mucho más cercanas al dolor de los demás.
En este sentido, el agradecimiento y la ayuda al otro que sufre les permiten dar un sentido a su dolor y, por tanto, redunda en una sanación más integral y profunda que lleva al fortalecimiento de la persona tras la experiencia de sufrimiento intenso.
Cuando el dolor nos aqueja no vemos a nuestro alrededor ni vemos a quien está cerca de nosotros, perdemos contacto con nosotros mismos, dejamos de ser responsables de nuestra persona y nuestras actitudes, el amor que nos brindan otros pasa desapercibido; hasta que nuevamente la Fe y la Esperanza hacen renacer a esa persona que antes fuimos, pero para ello, debe recorrerse lo que denominamos “Proceso de Duelo”. No existe un tiempo definido para transitarlo, debe haber una actitud dispuesta, comprometida y responsable para dejar ir el sufrimiento por la muerte de nuestro ser querido y dar la bienvenida a una nueva visión de vida, soltando las viejas creencias y adoptando nuevas formas de pensamiento. Es importante resaltar que ante la pérdida de un ser amado inevitablemente se tendrá que transitar por las etapas del duelo, sin embargo, a medida que nos volvemos escuchadores activos y proactivos de nuestros sentimientos, estamos ya en la posibilidad de recorrer un proceso de duelo más sano.
Por último, se comienza a resaltar la posibilidad de crear puentes entre el dolor y el crecimiento; esto puede parecer lejano en un principio, cuando el dolor nos toma por completo, pero a medida que sanamos nuestra herida, de a poco, muy de poco, puede volver a salir el sol.